¿ALGUIEN ME PASA EL INSECTICIDA (O EL PARALIZER)?
Érase una vez, mejor dicho, hace unos meses, en la puerta de un teatro, se produjo la siguiente conversación:
- Una de mis mejores amigas: ¿Te acuerdas de la vez que fuimos a ver "Mi vida sin mí" en ese cine y después fuimos a comer churros?
- El chico con quien estaba saliendo (y al que iba dirigida la pregunta): ¡Cómo te acuerdas!
- Una de mis mejores amigas continuó, entre risitas: ¡Claro! después fuimos a mi departamento y estuvimos en mi cama echados escuchando música.
Yo puse mi cara de póquer, él optó por un oportuno silencio y antes de que ella siguiera reviviendo el álbum de recuerdos, la primera llamada nos hizo entrar y la obra estuvo tan buena que olvidé, por un par de horas, la orquesta mental de interrogantes -y celos anticipados- que empezó a afinarse dentro de mi cabeza.
Que yo supiese, esos dos se conocían de lejitos nomás antes de que yo me convirtiera en el vínculo mutuo. Pero este es solo es el comienzo de la historia de la popular mosquita muerta.
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