
La música es fiel compañera de nuestra vida cotidiana. Y al viajar su efecto suele tomar más fuerza. Sea caminando hacia la puerta de un aeropuerto, esperando un autobús, en medio del bullicio de las calles, apreciando el paisaje desde la ventana de un tren o durante una larga espera, cuando viajas tienes la mente más tranquila y cada nota y cada palabra de la canción parece tener más sentido que de costumbre. Comencé siendo precariamente dependiente de la música que se hiciera en el lugar al que viajaba. Pero después de varios viajes llegué a la extraña conclusión de que la música que se suele tocar en los transportes públicos del mundo no suele ser la mejor música que ofrece el país, por lo menos para mi gusto. Comencé llevando un walkman con varios casetes preparados especialmente para la ocasión. Con el tiempo estos fueron reemplazados por CD y finalmente por varios reproductores de música digital. Y digo varios por casos de emergencia como que se te acabe la batería y te queden 7 horas de ruta por el desierto en pleno día con un festival de películas de Van Damme pasando a todo volumen en la tele del bus. Si bien es importante ser consciente de no aislarse totalmente en la música para no perderse encuentros, conversaciones o situaciones, hay ocasiones en las que la música es un salvavidas, como por ejemplo cuando entra un predicador al autobús y comienza a decir satanás por sétima vez. La música también puede ser una buena forma de sentirse ambientado en el lugar donde vas y de descubrir un poco su cultura. Por ejemplo, si viajan a países magrebíes los invito a escuchar una canción de raï, género musical originario de Argelia con influencias beduinas, árabes, africanas, francesas y españolas. Rachid Taha - Ya Rayah Seguir leyendo...