
La semana pasada dediqué la columna para reflexionar sobre cuánto dependíamos de la tecnología y cuánto aún podíamos decidir por nuestra cuenta con la finalidad de ser más eficientes en nuestras labores. Pero esta semana quiero analizar exactamente lo opuesto: cuando, a veces por motivos insospechados, no se confía en la tecnología y se termina siendo más ineficiente y gastando más dinero. (Foto: http://reniecdigital.tumblr.com) Seguir leyendo...